Policías, televisión, cámaras, trabajo, acción, realidad. Imágenes, hechos, tragedias, historias, gracia, entretenimiento. Factores que se juntan para configurar la realidad.
La calle comercial del barrio tiene muy cerca la comisaría, si uno transita por allí, verá algunos oficiales haciendo la recorrida a pie. Vigilar y resguardar la seguridad de los ciudadanos debería ser su actividad primordial, pero es más usual encontrarse con los policías reunidos en pequeños grupos charlando en las esquinas, o bajando de su patrullero para ingresar a un local de comidas, que viéndolos en acción. De aquí que lo cotidiano no es ver a los uniformados al servicio, sino en servicio.
Entonces por alguna razón surgen las imágenes que semana a semana presenta “Policías en Acción”, oficiales que en todo momento se encuentran en función acudiendo al llamado de alerta para detener delincuentes o resolver los problemas que de su intervención necesiten. En este programa siempre hay acción, incluso los oficiales se ven desbordados de demandas y luego de resolver algún conflicto y subirse a su patrullero, inmediatamente deben dirigirse a otro sitio.
Si la realidad no es la que percibo en la calle, ¿será más real la ficción creada por un programa de televisión?, en donde por cuestiones lógicas del medio las imágenes son editadas una y otra vez hasta alcanzar el producto deseado. En este barrio del sur del Gran Buenos Aires siempre se escuchan los comentarios de delitos que ocurrieron y, en la mayoría de ellos, la policía nunca llegó a tiempo, o lo que es más común, los oficiales nunca llegaron.
En los últimos tiempos los policías argentinos han sido el eje de diversos temas a tratarse en los medios de comunicación. Oficiales asesinados; héroes arriesgando su vida en nombre del deber; asistiendo a urgencias de parto; hablando del riesgo de portar sus devaluados uniformes, y también, envueltos en corrupción; abuso de autoridad; no cumplir con sus funciones.
Hace unos meses “La Cornisa” presentó un informe para llamar la atención de los policías, aquellos que justamente pierden ésta cuando están en servicio. La nota expuso a oficiales que durante sus horarios de trabajo, en medio de sus guardias utilizaban el teléfono celular para entretenerse mandando mensajes de texto, o en otras oportunidades “charlar” por teléfono. Los resultados fueron que la totalidad de los involucrados perdía al menos unos minutos de su horario de servicio enviando mensajes de texto, a la hora de preguntarles, lógicamente lo negaban, pero ya habían quedado registrados.
Actualmente, los hechos policiales se han vuelto cotidianos en los medios de comunicación. Al ver cualquier noticiero de la pantalla argentina siempre es posible conocer de algún nuevo hecho y preocuparse o lamentarse según nos afecte la información. Los delitos son expuestos como tragedia, al igual que las imágenes de chicos consumidores de “paco” que deambulan por las calles.
Sin embargo, cuando en busca de entretenimiento en la pantalla chica la audiencia elige mirar “Policías en Acción”, los mismos hechos antes mencionados se transforman en situaciones agradables de ver, llenas de gracia y aptas para transcurrir una hora amena de programación. Lo que no cambia es que los delitos, por más ficcionalización que presenten, no dejan de ser delitos y los golpes no dejan de ser golpes. Pero los arrestos, se transforman en nuevas historias para ser contadas por sus protagonistas, aquellos mismos chicos a los que en otras imágenes de televisión se los puede ver destruyendo sus vidas. Aquí quienes delinquen también toman el protagonismo frente a las cámaras.
¿Por qué sobre una misma situación, presentada en dos diferentes contextos, la tolerancia de la audiencia cambia? Mucha gente ya no desea ver los noticieros cansados de que le repitan siempre las mismas imágenes y titulares; robos, crímenes, choques, peleas e incansables situaciones de violencia. Quizá por esta cuestión la audiencia resiste mejor a lo propuesto en un programa de televisión exclusivamente dedicado a la acción policíaca, porque es presentada como pequeños fragmentos de una serie de acción, en donde los oficiales siempre están presentes para ejecutar el ejercicio que la ley les confiere y los conflictos siempre resueltos.
Si la realidad no es aquella que frecuentamos en el barrio, pero tampoco es aquella que nos presenta un programa de televisión, entonces cuál es el verdadero oficial de policías. Aquel “héroe” del que hablan las noticias cuando ya, obligado a causa de su función, abandonó este mundo; aquel que responde a la radio de su patrullero y acude de inmediato a combatir el delito para enfrentar la acción y terminar la nota con alguna gracia.
¿En dónde radica la verdadera realidad de las fuerzas policiales? En las miles de comisarías que existen en las ciudades, o frente al encendido de aquel botoncito rojo llamado “Rec”.
La calle comercial del barrio tiene muy cerca la comisaría, si uno transita por allí, verá algunos oficiales haciendo la recorrida a pie. Vigilar y resguardar la seguridad de los ciudadanos debería ser su actividad primordial, pero es más usual encontrarse con los policías reunidos en pequeños grupos charlando en las esquinas, o bajando de su patrullero para ingresar a un local de comidas, que viéndolos en acción. De aquí que lo cotidiano no es ver a los uniformados al servicio, sino en servicio.
Entonces por alguna razón surgen las imágenes que semana a semana presenta “Policías en Acción”, oficiales que en todo momento se encuentran en función acudiendo al llamado de alerta para detener delincuentes o resolver los problemas que de su intervención necesiten. En este programa siempre hay acción, incluso los oficiales se ven desbordados de demandas y luego de resolver algún conflicto y subirse a su patrullero, inmediatamente deben dirigirse a otro sitio.
Si la realidad no es la que percibo en la calle, ¿será más real la ficción creada por un programa de televisión?, en donde por cuestiones lógicas del medio las imágenes son editadas una y otra vez hasta alcanzar el producto deseado. En este barrio del sur del Gran Buenos Aires siempre se escuchan los comentarios de delitos que ocurrieron y, en la mayoría de ellos, la policía nunca llegó a tiempo, o lo que es más común, los oficiales nunca llegaron.
En los últimos tiempos los policías argentinos han sido el eje de diversos temas a tratarse en los medios de comunicación. Oficiales asesinados; héroes arriesgando su vida en nombre del deber; asistiendo a urgencias de parto; hablando del riesgo de portar sus devaluados uniformes, y también, envueltos en corrupción; abuso de autoridad; no cumplir con sus funciones.
Hace unos meses “La Cornisa” presentó un informe para llamar la atención de los policías, aquellos que justamente pierden ésta cuando están en servicio. La nota expuso a oficiales que durante sus horarios de trabajo, en medio de sus guardias utilizaban el teléfono celular para entretenerse mandando mensajes de texto, o en otras oportunidades “charlar” por teléfono. Los resultados fueron que la totalidad de los involucrados perdía al menos unos minutos de su horario de servicio enviando mensajes de texto, a la hora de preguntarles, lógicamente lo negaban, pero ya habían quedado registrados.
Actualmente, los hechos policiales se han vuelto cotidianos en los medios de comunicación. Al ver cualquier noticiero de la pantalla argentina siempre es posible conocer de algún nuevo hecho y preocuparse o lamentarse según nos afecte la información. Los delitos son expuestos como tragedia, al igual que las imágenes de chicos consumidores de “paco” que deambulan por las calles.
Sin embargo, cuando en busca de entretenimiento en la pantalla chica la audiencia elige mirar “Policías en Acción”, los mismos hechos antes mencionados se transforman en situaciones agradables de ver, llenas de gracia y aptas para transcurrir una hora amena de programación. Lo que no cambia es que los delitos, por más ficcionalización que presenten, no dejan de ser delitos y los golpes no dejan de ser golpes. Pero los arrestos, se transforman en nuevas historias para ser contadas por sus protagonistas, aquellos mismos chicos a los que en otras imágenes de televisión se los puede ver destruyendo sus vidas. Aquí quienes delinquen también toman el protagonismo frente a las cámaras.
¿Por qué sobre una misma situación, presentada en dos diferentes contextos, la tolerancia de la audiencia cambia? Mucha gente ya no desea ver los noticieros cansados de que le repitan siempre las mismas imágenes y titulares; robos, crímenes, choques, peleas e incansables situaciones de violencia. Quizá por esta cuestión la audiencia resiste mejor a lo propuesto en un programa de televisión exclusivamente dedicado a la acción policíaca, porque es presentada como pequeños fragmentos de una serie de acción, en donde los oficiales siempre están presentes para ejecutar el ejercicio que la ley les confiere y los conflictos siempre resueltos.
Si la realidad no es aquella que frecuentamos en el barrio, pero tampoco es aquella que nos presenta un programa de televisión, entonces cuál es el verdadero oficial de policías. Aquel “héroe” del que hablan las noticias cuando ya, obligado a causa de su función, abandonó este mundo; aquel que responde a la radio de su patrullero y acude de inmediato a combatir el delito para enfrentar la acción y terminar la nota con alguna gracia.
¿En dónde radica la verdadera realidad de las fuerzas policiales? En las miles de comisarías que existen en las ciudades, o frente al encendido de aquel botoncito rojo llamado “Rec”.
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