sábado, 20 de marzo de 2010

UN CHOQUE CON LA REALIDAD

Un film de 2004 que parece reciente. Una sociedad que alberga a tantas culturas como en cualquier lugar del mundo actual. Hechos que aún a miles de kilómetros, no parecen lejanos.
¿Cuántas veces una película nos hace pensar en la realidad? Si miramos un film contando una historia verídica, también se nos puede ocurrir cuánto hay de cierto en la totalidad del relato. Pero “Crash” nos sitúa en un contexto de la vida cotidiana tan actual como real.
La sociedad argentina atraviesa un momento crítico en materia de seguridad, y la discriminación y los prejuicios, siempre latentes en las miradas de los ciudadanos, arman un cóctel difícil de disolver. El temor a vivir la violencia o un robo en carne propia transformó el comportamiento general de las personas, forzándolas a ser más precavidas y estar alertas, en búsqueda de esa “coraza” que los proteja para seguir transitando la vida de cada día.
Es posible asociar una de las imágenes de la película con algo que nos puede suceder frecuentemente. ¿Cuántas veces al caminar por cualquier calle por la que solemos andar, nos corremos a un lado, o miramos bien, o intentamos cambiarnos de vereda, o quizá si estamos acompañados repetimos la escena en la cual Sandra Bullock se sujeta de su marido? Y cuántas veces nos equivocamos, o nos arrepentimos de hacerlo, porque sabemos que estamos prejuzgando, y que aquella persona podría ser igual o aún mejor que nosotros.
En estado de continua alerta, la gente ya no distingue etnia, nacionalidad, color de piel, sexo o vestimenta, caminan desconfiados de todo y de todos, de aquel con traje, de aquel humilde, e incluso del atuendo policial. Y de igual manera sucede a la inversa, afrontamos esa mirada de desconfianza del otro, porque también está en la misma situación, ya nadie sabe con quien se cruza. Sino, cuál es el promedio hoy en día de quienes se detienen ante la pregunta “¿me diría la hora?”.
Atrás de la desconfianza aún permanece la discriminación, en un pueblo que convive con personas de todo el mundo compartiendo también sus culturas; en un pueblo que perjudica a su propia gente sólo porque cuenta con capacidades diferentes. La exclusión que comenzara siglos atrás con la gente de tez oscura, hoy se presenta de diversas maneras. A tal punto que en los colegios los casos de discriminación suceden con frecuencia, y pueden comenzar tan sólo porque a alguien no le agrade algún peinado o vestimenta.
Las lágrimas contenidas en los ojos de Cameron, director de televisión, muestran que no porque las sociedades se hayan transformado, la discriminación y la violencia verbal también lo haya hecho. Esas mismas lágrimas las podemos ver a nuestro alrededor, en quienes deambulan buscando donde pasar la noche porque no tienen un hogar, en quienes no tienen una simple rampa para cruzar la calle en las esquinas de las veredas, en quienes alguna aptitud los condiciona para conseguir un empleo y ser tratados debidamente como al resto.
La intolerancia cierra ese triángulo que forman la discriminación y los prejuicios, donde las personas se vuelven susceptibles a la hora de compartir cualquier situación y las miradas generan insinuaciones permeables en el otro. Es así que se conocen casos en donde una simple discusión puede acabar en tragedia. Como el famoso caso de “Pan Triste” en Carmen de Patagones, el chico que asesinara a sus compañeros de curso cansado de sus cargadas, o los casos en los colegios donde la pelea se daba chicas contra chica, porque una era vista como bonita.
En un mundo tan globalizado, de continua migración y mutación de ciudades, de discriminación, marginalidad y controversias, la convivencia de diferentes culturas en un mismo lugar es habitual en todos los países del globo terráqueo. En la ciudad de Los Ángeles, a miles de kilómetros de Argentina, sucede algo tan cierto como aquí.
“Quizá, mañana, encuentre mi camino”, dice el tema de cierre del film. En busca de ese camino se encuentra la población del mundo, algunos llegan a él en su mismo país, otros eligen emigrar para hallar uno diferente, y hay quienes las posibilidades lo obligan a despegarse de sus raíces y seguir en otro lugar. Argentina, país casi sin fronteras, alberga a miles de ciudadanos extranjeros que comparten sus culturas en la búsqueda de ese camino.

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